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Compañía inesperada

Estoy viendo una película de suspenso en la sala, mientras como hasta reventar pollo y gaseosa —ya que no puedo beber licor.

Estoy tan pendiente de la película que grito cuando unas manos se posan en mis hombros.

— ¡Maldición! —alcanzó a articular y volteó con la intención de saber quién me dio ese susto de muerte. Al ver el rostro de la persona, quedó sorprendida.

— Bien —digo tratando de calmarme— Tres cosas —digo recalcando con mis dedos—¿Qué haces aquí?, ¿Cómo entraste aquí? Y la última pero no menos importante ¿Me quieres matar de un susto?

Esteban está reteniendo su risa por lo que su cara está roja, hasta que ya no aguanta y se sienta a mi lado riéndose sin restricción alguna.

Mira en la mesa y ve el pollo y la gaseosa que estoy tomando, toma una pieza del pollo y se la mete a su boca.

— Vaya, me sorprende cuan relajado eres, no te he dicho que puedes comer pero ya tu estas comiendo y lo peor de todo, mi presa favorita —digo indignada.

— Vamos Sofía—dice finalmente— No te enojes. Solo vine a visitarte y me provocó comer está delicia —dice tomando mi gaseosa— Por lo regular, cuando estás viendo una película, seria interesante comer otras cosas y si es posible beber cerveza, pero a juzgar por tu condición —dice mirándome — Pollo y gaseosa es mejor.

— ¿Cual condición?

— Simple —dice Esteban enumerando con sus manos— Eres pequeña tanto de tamaño como de edad. Eres una bebe, así que no puedes comprar licor.

— ¿Y tú si puedes? —pregunto burlona.

Solo nos llevamos un año de diferencia, por lo que aunque sea mayor que yo, aun no tiene la edad requerida para comprar e ingerir alcohol.

Se aclara la garganta.

— Además, estas herida por lo que estarás tomando medicamento y medicamento con cerveza, no es una buena combinación.

Le arrebató mi gaseosa

— ¿Viniste a molestarme? Porque si es así, ya lo hiciste así que lárgate—digo mirando la pantalla del televisor.

— Aish que mujer tan complicada —dice fingiendo indignación— Me pierdes al ser tan difícil de tratar mujer —dice Esteban con dramatismo—.

Me acerco a él sonriendo y le respondo

— Eso quiero.

Esteban me mira pensativo y yo tomó un sorbo de mi bebida.

— ¿Estas en tus días? —Pregunta de repente y yo derramo toda mi gaseosa.

Ni mi hermano se atrevería a preguntarme eso.

— ¡Oye!

— Tranquila, tranquila sólo preguntaba —dice Esteban a modo de disculpa— Además, vine aquí para hacerte sentir mejor no para que te enojaras.

— Tu forma de hacerme sentir mejor apesta.

— ¡Oye! — se queja Esteban— Dame crédito. Apenas escuche a mi hermana lamentándose porque tu no irías a clase ya que habías metido el pie donde no debías, me preocupe, a tal punto que salí corriendo de mi casa hasta aquí. Mira que ni desayune — comenta haciendo pucheros.

Vaya, nunca había visto a un hombre hacer pucheros y si que se ve terrible.

— No hagas eso —digo quitando la mirada— Además, yo no te mandé a que vinieras a visitarme.

— Vaya, que mal agradecida eres, vengo a hacerte compañía todo el día para que no te mueras del aburrimiento y mira como me recibes, hasta falte a clases por ti.

— Hubiera preferido que Aninka hubiese venido en vez de ti.

— Aninka no es buena en los estudios por lo que no debe perder clases —responde— Cosa distinta a nosotros, básicamente somos unos superdotados, no es por bromear pero nuestros hijos serían inigualables, con mi belleza y nuestra inteligencia serían lo mejor de este mundo —dice alzando las cejas.

¿Acaba de decir lo que yo escuche? ¿O simplemente fue una alucinación ? —pienso—.

— ¡Piérdete! — perturbada.

— No puedo —responde y yo le miro confundida— Eres una adolescente linda, con un buen cuerpo, ahora estás herida y sola en casa, sin contar que con la puerta abierta ¿Qué pasa si llega un mal hombre y quiere abusar de ti y no hay quien te proteja? Como estas no puedes correr, ni defenderte, por lo que serias una presa fácil.

— Una pregunta ¿Tú quién serias? ¿El abusador o mi salvador? Porque aún no sé qué papel juegas aquí

Esteban me mira simulando dolor

— Voy a hacer cuenta que no dijiste lo que escuche —dice y se levanta del sillón — Ahora, ¿Hay algo que comer aquí? Es que tengo mucha hambre —dice tocando su estómago.

— ¿No se supone que la visita trae comida al enfermo? Como también ¿Que el hombre es quien le trae comida a la chica? —pregunto indignada— Definitivamente nunca había visto un rico tan tacaño.

Esteban me mira

— Repite lo que acabaste de decir — me reta.

Con cuidado me levanto del sofá quedando cerca de él

— ¿Que parte? ¿Que se supone que la visita trae comida al enfermo?, ¿Que el hombre es quien le trae comida a la chica? O ¿Que eres un rico muy tacaño?

—Te lo ganaste —dice y antes de que pueda decir algo, estoy siendo cargada en sus hombros.

— ¡Esteban, bájame ahora mismo! — digo, pero ignora mi petición.

— ¿Estas son las llaves de tu casa? —dice mientras toma las llaves del llavero.

No respondo

— Dime porque si estas no son, cuando regresamos y no puedas abrir la puerta, te llevaré a mi casa y allí no hay nadie aparte de la servidumbre y de esa me puedo deshacer en un santiamén y convertirme en tu peligro.

— Si, esas son — me limito a responder.

Salimos de mi casa y me sube al auto

— ¿A dónde vamos? —pregunto rabiosa por no poder bajarme y correr hacia mi casa por mi tobillo lastimado.

— De compras.

— ¿Que vas a comprar y por qué me llevas contigo?

Esteban llama a alguien, quien sin esperar su saludo dice:

— Necesito que tengas una silla de ruedas en la entrada del centro comercial y que cierres el mismo para el público— finaliza la llamada.

— Maldición Esteban ¿Qué piensas hacer? —me ignora y yo lo golpeo en su mano obteniendo su atención.

— ¡Aish! No seas tan violenta mujer.

— No me quieres responder por las buenas así que te haré responder a las malas. Además, deja de ser tan llorón sólo te di un pequeño golpe.

— Esa no es una buena forma de llamar mi atención, si me hubieras dado un beso te hubiera prestado mucha atención.

— Ni lo sueñes Bogdanov. En fin, ¿Por qué vamos al centro comercial?

— ¿No dijiste que soy un rico tacaño? —asentí— Bueno, ahora te dejaré que compres todo lo que quieras en el centro comercial de mi familia —dice con altivez en su voz— Sin mencionar que tendrás al mejor escolta del mundo —lo miro confundida y en un semáforo en rojo, se detiene y me mira — Yo, tu servidor —dice con picardía en su mirada.

No sé porqué, pero algo de esto no me gusta.

(...)

Después de treinta minutos en auto llegamos a nuestro destino, encontrándonos con dos hileras de trabajadores frente a frente, listo para darnos la bienvenida.

— Espera un momento —dice Esteban mientras abre la puerta del carro — Ahora si puedes bajar, mi princesa — dice abriendo mi puerta y tendiéndome una mano.

Su actitud me hace estremecer.

— Tu caballerosidad me enferma.

— Vaya mujer complicada — responde dramáticamente.

— Joven maestro aquí está lo que nos pidió — dice uno de los empleados acercándose a nosotros.

— ¿Es en serio? —pregunto indignada.

— Sí. Pero tienes dos opciones más, uno, recorrer todos los pisos del centro comercial en muletas en busca de tu regalo indicado o dos, que yo te lleve cargada en todo el recorrido — abro la boca para replicar pero él me interrumpe — Y a juzgar por tu tipo de personalidad eso sería imposible tanto para ti, que no lo aprobarías, cómo para mi espalda y brazos por aguantar tu peso.

— ¡Oye! Sin duda prefiero al chico caballeroso, ya que un caballero no haría esa clase de comentarios.

Suspira

— Mujeres, complicadas de complacer, sobre todo si es Sofía — suspira— En fin, vamos a hacer por lo que estamos aquí, a comprar.

Seguido de lo anterior, Esteban me ayuda a sentarme en la silla y poco a poco va empujando la silla de ruedas.

Ruego mentalmente que en el centro comercial no haya alguien que me conozca, pero a juzgar por el silencio del lugar, logró recordar que el loco de Esteban mando a desocupar el centro comercial.

— ¿Eres consciente de lo que hiciste?

— ¿Que? ¿Estar atento a ti constantemente a tal punto de tener lo que necesitas al alcance?

— ¡No! me refiero a ¿Si sabes cuánto dinero estás perdiendo por haber desocupado el centro comercial solo porque veníamos?

— Lo sé, al fin de cuentas es el negocio de mi familia, por lo que sé qué es bueno o malo para él, sin embargo — responde dejando de empujar la silla de ruedas y colocándose en frente de mí— Esa pérdida no es nada con que tú estés a gusto, mi hermosa dama.

— ¡Aish! —respondo estremeciéndome— Creo que me va a dar diabetes por tu culpa.

Esteban rueda mis ojos

— Dañas los buenos momentos.

Ignoró su comentario y comenzamos a ver cada una de las tiendas. Y cuando digo cada una de las tiendas es, cada una de las benditas tiendas.

Cinco horas después.

— Mira Esteban Bogdanov ¡¿Podrías dejar de entrar a cada tienda y escoger de una maldita vez lo que quieres?—digo al borde del estrés — Llevamos horas yendo de tienda en tienda y nada que tomas lo que quieres.

— ¿Y cómo hago si no encuentro el regalo perfecto? —se excusa.

Contengo mis ganas de golpearlo, mientras él sigue mirando a los alrededores.

Maldición, jamás vuelvo a decirle tacaño —pienso— por culpa de ese comentario, mando a desalojar a todos los compradores y a recorrer conmigo todo el centro comercial en busca del "regalo perfecto".

— Esteban, vámonos por favor — digo suplicando a lo que él respondió negando— Estoy cansada.

— No nos iremos hasta que encuentre un regalo perfecto —responde — pero ¿Sabes? — dice tocando su barriga — Ya tengo hambre.

Lo miro alegre con la esperanza que dejemos el día de compras hasta aquí

— Así que bajemos a la cafetería para poder almorzar.

—Dios, ¿Por qué me toca vivir esto? — comento mirando hacia arriba.

—Hasta que no encuentre algo bonito no nos iremos — replica.

Dos horas después.

Después comer, convencí a Esteban de quedarme en la cafetería mientras él seguía de tienda en tienda.

— ¿Señorita?¿En dónde colocamos estás bolsas? —dice una empleada mientras trae consigo a dos empleados más con bolsas y cajas de compra.

Si hubiera compradores en el centro comercial diría que seguramente se equivocó de persona. Pero al ser la única persona que no es un trabajador del centro comercial y que Esteban no está conmigo, puedo deducir de donde vienen estas bolsas de compra.

Respiro profundo y reprendo mentalmente a Esteban por lo terco que es, se supone que cuando estás "enferma" te traen frutas o jugos y hacen que no te muevas tanto ya que estas enferma, pero Esteban es todo lo contrario. Ya que, me saco a la fuerza de la tranquilidad de mi casa hasta un centro comercial y no me compro frutas y jugos, sino vestidos y zapatos.

¿Será que nunca ha visitado a un enfermo? ¿O se está haciendo el tonto?

— Señorita ¿Podría por favor regresar todo a su lugar? —digo amablemente— Ya que no quiero nada de lo que allí está.

— Ni se te ocurra decir que no — replica Esteban quien camina en mi dirección.

— No pienso utilizar nada de lo que traes allí.

— Pues lo usaras ya que necesito que me acompañes está noche a un evento importante

— No —digo mientras comienzo a moverme en dirección a la salida.

— Vamos Sofía — dice frenando la silla de ruedas — Me he pasado todo el día contigo, mi tiempo vale ¿No crees?

— Pero yo nunca te pedí que lo hicieras.

— Buen punto, pero como muestra de agradecimiento deberías recompensarme

— Piérdete —digo a la vez que comienzo a moverme.

— Vamos, es importante para Aninka — Responde a mis espaldas — La fiesta de cumpleaños de Aninka se adelantó, ya que mi padre tiene que viajar y es más conveniente realizarlo hoy por cuestiones de alianzas y demás ¿Sabes lo que eso significa?

— Sí, en la fiesta irán posibles prometidos para tu hermana. Ya que es necesario generar una alianza que ayude a crecer las ganancias familiares.

— Exacto, por lo que Aninka necesitará tu apoyo para lo que viene hoy. Para más decirte que desde que recibió la noticia ayer en la noche, quedó muy deprimida. Ya que se reveló contra mi padre por su reciente relación con Viktor y terminó perdiendo.

— Pero si eso pasó ¿Por qué no me escribió?

— Esta castigada, por lo que le quitaron su móvil — responde — Hoy fue a la escuela para contarte las nuevas noticias pero no fuiste y cuando se enteró que estabas indispuesta se preocupó mucho, a tal punto que quería venir conmigo a estar pendiente de ti. Pero cómo está castigada por su revelación, también tiene vigilancia constante, es por eso que no pudo escaparse conmigo, sin contar que esta tarde estará muy estresada por la fiesta.

— ¿ Por qué de todas las personas tenías que venir tu para "cuidarme"? — resalto las comillas.

— Oye dame crédito, he sido un buen cuidador.

— Vamos, toma lo que te compré, ya que esto es también mi forma de discúlparme por todo lo que te he hecho. Claro está, si no te gusta, podremos seguir buscando hasta que...

—... No, no, no. Me lo llevo — digo instantáneamente al recordar lo estresante que es comprar con Esteban.

Esteban sonríe victorioso y nos dirigimos a mi casa.

(...)

— Te recojo a las diez de la noche — dice al dejarme en la puerta de mi casa.

Asiento y entró a mi casa.

— ¿Se puede saber dónde estabas Sofía? — Pregunta David rabioso.

— Vamos David, no soy una niña pequeña.

— Estaba con Esteban — dice Viktor mirando por la ventana— Se acaba de ir el carro en el que Sofía se bajó y era de él.

Miro mal a Viktor y éste queda en silencio.

— Bueno y a todas estas ¿Que están haciendo todos aquí?

— No puedo creer que actúes así. Yo preocupado porque volvieras a recaer por la muerte de Jack y tú de lo más tranquila de compras — dice David mirando la gran caja.

— ¿Quŕ es preferible?, ¿Que me encuentres en una esquina llorando por mi mala suerte? O ¿Que alguien haya venido a distraerme?

— La situación sería distinta si ese alguien no fuera Esteban — comenta Daniel molesto.

— Lo siento si no te agrada Esteban. Pero eso no quiere decir que a mí también me debe desagradar, ustedes son ustedes y yo soy yo. Además, él es el hermano de mi única amiga, así que va a ser casi imposible que no me crucé o hable con él.

— Pero lo de hoy se podía evitar — comenta Daniel— Simplemente no hubieras aceptado su compañía. Dime ¿Cómo puedes salir conmigo anoche y salir con el hoy?

— Vaya, quién te oye dice que soy una zorra, que sale con su novio un día y al otro sale con otro. Daniel, te recuerdo que tú y yo sólo somos conocidos al igual que lo es Esteban, por lo tanto, no tengo que darte explicaciones o pedirte permiso si voy a salir con alguien. Y tú David —digo mirando al mencionado— Si de verdad te preocupas por mí, aprende a conocer cuáles son las cosas que debes o no decir y delante de quien.

Camino con algo de torpeza hacia mi habitación y la cierro con fuerza.

— ¿Sofía puedo pasar? — Comenta David desde el otro lado de la puerta— ¿Hablemos si?

Ignore su pedido y comencé a desvestirme para bañarme.

— Sofía tenemos que hablar — comenta David cuando salgo del baño— Sé que no debí mencionar a Jack delante de los chicos pero de verdad fue porque me preocupas y a los chicos también. Por eso fue que vinieron hasta aquí conmigo para ver como estabas y también para hacernos compañía.

— Lo siento David, pero ellos son tus amigos no los míos. Y ni siquiera Aninka sabe de Jack, entonces ¿Por qué los chicos si saben?, ¿Eres consciente de que estas contando a tus amigos mi vida personal sin mi consentimiento?

— Pero yo no les he dicho nada.

— Vamos David, no mientas. Cuándo mencionaste a Jack todos bajaron la cabeza y cuando la volvieron a alzar me miraban con lástima. No me vengas a decir que ellos no saben lo que le paso a Jack porque no te lo voy a creer.

— Bien. Lo admito. Pero lo dije porque necesitaba a alguien que me escuchara y me ayudará a pensar una manera en que tú no te deprimidas nuevamente.

Suspiro.

— Da igual. Ahora por favor sal que necesito alistarme.

— ¿Vas a salir? —Pregunta y yo asiento— Vamos Sofía, los chicos vinieron por ti, sin contar que estas con el tobillo lastimado. Lo mejor será que descanses, en vez de salir quien sabe a dónde.

— Créeme, yo tampoco quería ir, pero Aninka me necesita

David me mira confundido

— Adelantaron el cumpleaños de Aninka y hoy será la fiesta en la que hijos de muchas familias adineradas estarán allí.

— Entiendo tu punto. Entonces te acompaño —dice firmemente.

— Jamás te pedí que me acompañaras.

— Lo sé, pero iré.

— ¡No! —dice Viktor entrando a la habitación, encontrándome en toalla.

Miro a Viktor y David con ganas de matarlos.

— Lo siento — dice tapando sus ojos— Déjame acompañarte ¿Sí? Sabes que me interesa mucho Aninka y...

— Alístate, nos vienen a buscar a las diez —comento sin más y él asiente.

Diez de la noche.

El timbre de la puerta suena y se perfectamente quien es.

Aún estoy arreglándome ya que me quedé dormida sin darme cuenta. Por lo que todavía no he terminado de alistarme.

Al ver la hora y que mi acompañante ya llegó, pienso que será mejor apurarme antes que el cuarteto de mi hermano haga algo idiota contra Esteban.

Decido dejarme el cabello suelto y colocarme un maquillaje no muy llamativo, zapatos bajos debido a mi pie adolorido y el vestido con los accesorios patrocinados por el dinero de Esteban.

El vestido escogido para esta noche es de azul celeste, largo, el cual lleva en la parte superior un llamativo escote desde el inicio del cuello del vestido hasta la pretina del mismo, dejando ver el medio de mis pechos, claro está, permitiendo ver lo que una tela color beige permita. La tela superior del vestido está compuesta por unas aplicaciones y bordados de la misma tela, mientras que de la pretina hecha de la misma hasta el dobladillo está cubierto por una hermosa tela organza azul celeste.

No lo puedo negar, Esteban tiene un buen gusto.

Bajo las escaleras para encontrarme con una pequeña discusión.

Por lo menos no se han sacado los ojos — pienso.

— Se lo que planeas, así que aléjate de Sofía —comenta Daniel con rabia.

— Nada de lo que digas me detendrá.

— ¿Nada de lo que digas me detendrá? —comento llamando la atención de los chicos— ¿Sucede algo del cual no tengo conocimiento?

Los dos chicos quedan mudos y sé que es cierta mi especulación. Algo pasa entre ellos. ¿Pero qué es?

— ¿Y Viktor? —pregunto al notar que no está entre los presentes.

— Aquí estoy —dice un poco agitado en el umbral de la puerta— Perdón por mi tardanza pero mi casa no está muy cerca de aquí.

— ¿Para dónde vas? Yo no te he invitado a la fiesta.

— Pero yo sí.

— Esta fiesta requiere de tarjeta de invitación y es obvio que Sofía no trae consigo una. Así que ¿Para qué va si no lo van a dejarlo entrar?

— Lamento informarte que aunque la fiesta de cumpleaños de Aninka se adelantó por los motivos que ya conocemos. Yo sigo teniendo la invitación, en la cual ddice"cupo: dos personas”—digo sacando la invitación de mi pequeño bolso— Ahora si no te gusta puedes retirarse ya que aunque tú me informaste del cambio de fecha y tomaste de tu valioso tiempo para venir a buscarme, yo ya estaba invitada y si Viktor que es mi invitado no puede ingresar, yo tampoco iré —digo firmemente.

— Esta bien. Es tu invitado después de todo. Así que vámonos.

Bueno por lo menos esta batalla la gane, la cuestión es la guerra que se formará al llegar a la casa de Aninka.

¿Por qué rayos me metí en esto?

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