James tenía contactos que estaban relacionados a la administración de la universidad más prestigiosa de Seattle, es por eso que instalarme fue tan sencillo como chasquear los dedos.
El dinero no era lo más importante del mundo, pero si podías hacer cosas maravillosas con él. Sabía que pedirle a James que costeara la universidad sería algo descarado de mi parte, pero necesitaba avanzar y él era el último escalón que necesitaba para llegar a mi sueño.
Le estaría agradecida toda la vida, eso no se discutiría jamás.
Llenar papeleos, mudarme e instalarme y comprar algunos libros para empezar a estudiar antes de tener mi primer día me llevó exactamente dos semanas y el comienzo de una tercera.
Las citas con el psicólogo me ayudaban y me vio bastante entusiasmada, eso era alentador tanto para mí como para él. Quizás aferrarme a aquella nueva oportunidad era lo que necesitaba, aunque ahogarme en ella era lo que temía.
Coloqué el último libro en un estante particular y sonreí, orgullosa. En mi habitación había dos camas separas, con una mesa de luz y un enorme ventanal en el medio que daba vista al campus.
Lo bueno es que había ingresado a tiempo para empezar a realizar la carrera. Era como si el destino me estuviera sonriendo. Tenía mi ropa organizada y colgada en perchas. Mi compañera de habitación ingresó con su última caja de mudanza que le había quedado pendiente y me sonrió.
—Listo, finalmente me he mudado a la universidad y con un cansancio inexplicable —me dijo, animadamente, colocando la caja encima de su cama y pasándose la mano por la frente a pesar de que no tenía ni una gota de sudor.
Su nombre era Billie, tenía dieciocho años y había elegido estudiar la carrera de psicología al igual que yo, así que tenía una compañera de estudio asegurada. Tenía el cabello negro y unos preciosos ojos azules, era algo regordeta, pero tenía una silueta de muerte. Ella era preciosa en todos los sentidos.
—Me acaban de avisar en dos semanas iniciamos en los cursos introductorios ¿no te mueres por arrancar ya? —le dije, tirándome de espaldas a la cama y con una sonrisa en el rostro.
—Estoy más ansiosa de lo que crees, me han recomendado dormir mucho y que descanse todo lo que pueda, porque nos van a matar con todo el material teórico que nos darán —me aconsejó, cerrando la puerta y acostándose en su cama —. Así que tú y yo podemos ir a beber algo mientras estamos aquí.
Su ofrecimiento fue tan tentador que no tardé en decirle que sí.
Mientras ella se duchaba para luego salir conmigo, me atreví a enviarle un mensaje a James, del que no sabía nada desde hace dos semanas. Le había dejado mensajes, pero no me había respondido ni uno solo.
Eso me había hecho entender que quizás lo molestaba y que debía dejarlo en paz hasta que él deseara mi compañía. Debía pensar en frio cuando se trataba de él.
“Una nueva amiga de la universidad me ha invitado a tomar algo en un bar que está frente al campus, es grandiosa. Espero que tu visita a Chile sea de la más agradable, te doy a la distancia un beso imaginario en tu mejilla. Gracias por todo lo que estás haciendo por mí”
Mirando la pantalla de mi celular, vi que su última conexión en Whatsapp era a las siete p.m y eso me dejó algo descolocada. No había tilde azul en mis mensajes, pero si le habían llegado. Ni siquiera los había visto.
En dos semanas de ausencia, sólo le había enviado cuatro mensajes ya que no quería bombardearlo con todo lo que me estaba sucediendo.
¿Ya no quería ser un cliente mio? Me obligué a sacar todo pensamiento negativo de mi mente, no me hacía bien tomar ese camino, debía concentrarme sólo en lo positivo.
Billie salió del baño con una toalla morada rodeándole el cuerpo y el vapor por detrás de ella.
—Veo que te preparaste rápido, esa blusa te queda fantástica —me dijo, sonriéndome y buscando qué ponerse en su pequeño ropero de pared.
Ella me sonrió con una amplia sonrisa y sacó una percha del cual colgaba un vestido rojo que tenía pinta de ser muy corto.
—¿Crees que con esto consiga capturar la atención de alguien para follar esta noche? Porque me apetece hacerlo —me dijo, desafiante.
—Lo conseguirás, no te preocupes.
La cantidad de personas que compartían una tarde (casi noche) bebiendo y charlando a carcajadas en sus respectivas mesas y en la barra. El bar estaba rodeado de música y risas, formando un ambiente entusiasta que era contagioso.
Billie me tenía tomada de la mano, arrastrándome a cualquier lugar que estuviera desocupado y por suerte encontramos dos altos asientos de terciopelo rojo que estaban juntos.
Nos sentamos y pedimos dos botellas de cerveza que no tardamos en chocar.
—¡Por un año repleto de aprobados en nuestros exámenes! —me dijo a través del griterío de las personas, sonriendo y dándome un empujón en el hombro.
—¡Salud!
Me llevé el pico de botella a la boca y mis ojos cayeron sobre el espejo que tenía frente a mí. Mi rostro tenía un gran color, no parecía tan agotada y descuidada como semanas atrás. Creo que algo en mí estaba mejorando y quería besar en la frente a la Alma de hace años que pasó sus peores tormentos para decirle que la calma iba a llegar tarde o temprano.
Mientras Billie estaba demasiado distraída revisando su Instagram, levanté la botella disimuladamente hacia mi reflejo y me sonreí a mí misma. Todo marchaba bien.
Miré a Billie y por lo que vi le estaba haciendo ojitos a un chico bastante apuesto de cabello oscuro que estaba a un par de mesas de la barra.
—Ve a su mesa—le dije, animándola.
Ella me miró y me sonrió.
—No tardaré —me dijo, me apretó la mejilla y se fue saltando de su asiento, con su botella.
Billie era muy guapa y claramente los hombres caían estúpidamente a sus pies. Disfrute un instante de mi breve soledad mientras recorría el lugar con la mirada en busca de alguien conocido.
Debía admitir que la mayoría de los muchachos que parecían estar solteros era tan atractiva cómo para follarlos hasta que las piernas no me dieran abasto. Pero mis ojos recayeron sobre un hombre en particular.
Un hombre que estaba charlando con semblante serio con una pelirroja de bucles definidos, de un escote impresionante que lucía con sus pantalones y chaqueta elegante.
¡Un hombre al cual había estado enviándole mensajes durante dos semanas y no había sido capaz de responder ni uno solo!¡Ni siquiera un maldito emoji!
James estaba con Merry bebiendo lo que parecía un café y charlando de algo que les causaba gracia a los dos. Mientras que yo, sólo era una observadora que se estaba dejando consumir por la rabia que sentía.
Maldito millonario pelirrojo y de pene enorme lleno de pecas. Tenía ganas de patearle hasta las pecas del culo.
No sabía que había bebido toda mi cerveza hasta que vi que ya no caía ninguna gota dentro de mi boca. Pagué otra y comencé a beber.
¿Por qué con ella? ¡Quería echarme a llorar! No quería que me viera, pero la estúpida, o sea yo, lo había mirado otra vez y como si fuese cosa del destino, me vio.
Me hubiese gustado grabar el momento en el que me vio, su rostro relajado, sonriente y cómodo sobre su silla, como si estuviera disfrutando de la compañía de su secretaria idiota, cambió radicalmente. Se aflojó la corbata anudada a su cuello, abrió los ojos como platos y me dio una sonrisa inocente diciéndome “oh mierda”.
Merry parecía estar en su mundo ya que no se había percatado de que su acompañante ya no le estaba prestando atención, porque la misma estaba centrada en mi cuerpo, que James no dejaba de ver de arriba a abajo.
Veo que Merry toma su abrigo, sonriente, le dice algo que no logro escuchar y se marcha sin evitar darle un beso en la mejilla.
Desde aquí veía la marca roja de la pinta labios en la mejilla de James. Que se vaya al demonio si prefiere la compañía de Merry. Deje de mirar.
Siento su presencia a mi lado, su calor corporal y su perfume masculino que inunda mis narices.
—Antes de que pienses que soy un cretino por no haberte llamado para avisarte que me encontraba en Seattle, déjame invitarte otra cerveza—me ofreció, tratando de sonar lo más tranquilo posible.
Una sonrisa de sorna salió de mis labios. Por el amor de Dios, ahora quería darme alcohol, genial. Lo miré, me miró y sus malditos ojos caramelo fueron todo aquello que extrañé en su ausencia.
—No debes darme explicaciones, porque tú y yo no somos nada. Soy una chica de compañia, recuérdalo James—solté, en seco—. Cómo verás, ya estoy bebiendo. Gracias.
Le dije, bebiendo tranquilamente mi cerveza.
Se pasó los dedos sobre su mentón tenso, negando lentamente con la cabeza mientras miraba de manera distraída algún punto del bar. Claramente estaba cabreado por mi actitud tan tajante.
—¿En serio te vas a comportas de esta manera tan inmadura, Alma?—me preguntó, mirandomé serio y con una ceja arqueada.
—¿Qué esperas de una chica de diecinueve años?¿Madurez de tu edad? Conmigo no fue la excepción. Si algo me enoja lo demuestro y no lo oculto para fingir madurez ¡El simple hecho de que te relaciones con Merry me enoja muchísimo!
No sabía que había elevando tanto la voz hasta que vi que la gente de mi entorno me había quedado mirando de manera rara.
Entonces, como respuesta inesperada, James se echó a reír. Maldita risa hermosa que tenía aquel tipo. Me daban ganas de chuparle el paquete. Mierda, creo que estaba borracha.
—¿Qué demonios te cuesta decir que estás celosa? —me preguntó, con aire arrogante—. Te enoja verme con Merry y no sabes lo sexy que te ves cuando ocultas los celos.
Parecía estar divirtiéndose con mi enojo, quería partirle la botella por la cabeza. Se acercó a la altura de mi oído, y su aliento chocó contra mi cuello, provocándome un cosquilleo en la piel.
—Verte enojada me dan ganas de azotarte ese hermoso culo que tienes y hacerte cosas que no puedo describir en palabras, Grey—me dijo, seductoramente con una sonrisa plantada en los labios.
—No queremos acosadores, vete imbécil.
La voz escandalizada de Billie nos sobresaltó a los dos. James se asustó y la miró, consternado y luego me miró a mí.
—Gracias señor, pero esta noche no se me apetece follar—le dije a James con una falsa sonrisa.
Él puso los ojos en blanco y se bajó del taburete, fulminando con la mirada a Billie sin decir nada y sin intención de defenderse. Antes de que James decidiera irse, posó su mano en mi cadera y me susurró al oído.
—Si no estás en una hora en mi Audi negro que está estacionado en la esquina, te follaré en el baño de damas sin importar el escándalo que arme.
Me quedé mirándolo con la boca abierta mientras se marchaba, abriendo su paso entre las personas y la cantidad de mujeres que lo desnudaban con la mirada.
Y yo estaba sorprendida, sin poder creer lo que acaba de decirme.
—Malditos hombres que pueden hacer contigo lo que deseen y la sociedad los apaña—la voz de Billie me sacó de mis pensamientos.
—No te preocupes, es el hombre que se está ocupando de pagarme la universidad—le conté, para darle calma
Me miró, sorprendida.
—Demonios, cuánto lo siento Alma. No sabía que lo conocías ¿Es amigo tuyo o algo así? Digo, porque un familiar no era. Por cómo te estaba mirando—aclaró.
—Sí, digamos que es un amigo con beneficios que costea mis gastos—le dije, tratando de camuflar el término adecuado.
—¡No inventes! —pegó el grito en el cielo y se inclinó hacía mí—¿Es tu cliente? Ay amiga eres más interesante de lo que creía.
—Dios mío, Billie. No hables tan alto, no todas las personas son de mente abierta.
—Consígueme uno. Quiero uno. Lo necesito.
—¿Qué?
—Quiero ser una chica de compañía—insistió, aferrándose a mi brazo—. Quiero alguien que sea capaz de contentarme con sexo y dinero.
—No es tan sencillo como parece. Yo conocí a James de casualidad, Billie.
—Vamos, seguro tiene un par de amigos a los cuales presentarme. No te los dejes para ti.
—En este ámbito no es todo color de rosa, Billie—le advertí —. Así que no, olvídalo.
Parecía tan inocente, tan débil que tenía miedo en dejarla con cualquier hombre equivocado y que le hiciera daño. Seguí hablando.
—Soy su primer intento de chica de compañía—le conté—. Su padre le insistió para que se metiera en este mundo, que pruebe de él un poco. Tiene treinta años, yo creo que a los cuarenta y cinco será sin duda un profesional en este mundo. Y si, es muy guapo, tanto que asusta. Es tan seguro de si mismo, tan serio y tan…no sé, James es irresistible.
—¿Tienes miedo de enamorarte de él?
La miré un instante, pensando seriamente lo que acababa de soltar.
—El más mínimo sentimiento que sienta hacía él—miré hacía la puerta, algo preocupada por mis celos que no había parado de manifestar—, puede echarlo todo a perder.
Me despedí de Billie con un abrazo, quien no paraba de enviarse mensajes con el chico que había conocido en el bar. Por lo que me había dicho, él tuvo que irse de urgencia y por eso mismo no se habían quedado charlando con ella. La vi marcharse hacía en campus y yo me dirigí al auto de James, quien me estaba esperando impaciente.
Empezó a tocar bocina apenas me vio, insistente. Yo rodeé los ojos, abrazándome a mí misma porque ya empezaba hacer frío.
Bajó la ventanilla del conductor, y su hermoso rostro apareció.
—Puntual, Grey. Felicidades —soltó, molesto y con aire sarcástico.
¿Qué?¿Por qué demonios estaba de mal humor? Deseaba que no fuera por mí culpa, aunque tenía mis razones para partirle una silla por la cabeza.
Apoyé mis codos sobre la ventanilla del putazo de coche que tenía y me incliné hacía él para quedar a la misma altura.
—¿Por qué me ofreciste una hora para vernos? —le pregunté.
—Quería que Merry llegará bien a su casa así que la alcancé hasta allí y luego vine a buscarte.
No sé si lo habrá escuchado, pero literalmente mi corazón se había pinchado. Traté de disimular mi disgusto con una sonrisa falsa.
—A veces eres tan generoso—le dije, en seco y sin ninguna pizca de gracia.
—Sube al coche, Alma. Hoy no estoy para comentarios ¿acaso tengo que pedirte permiso para llevar a tu hermanastra a su casa?
Reprimí las ganas de volver al campus. Parecía estar tan molesto que obedecí, rodeé el coche, me subí al asiento del acompañante y me puse el cinturón de seguridad. El olor a auto nuevo inundó mi nariz, esa cosa parecía una nave recién salida de la concesionaria. Asientos oscuros, pantalla digitalizada, todo era impecable. No podía creer que estaba dentro de un auto como ese.
—¿Te gusta? —me preguntó, al ver que estaba maravillada.
Asentí, con una sonrisa, mientras pasaba mis dedos sobre el tablero.
—Es precioso—le dije, con un hilo de voz.
Él me recorrió el rostro con la mirada y sus ojos recayeron sobre mis labios. Se inclinó hacía mí con una sonrisa y me dio un dulce beso que apenas rozó mis labios.
Lo miré un instante, sorprendiéndome por su cambio de humor.
—He tenido un día de mierda, pero cada vez que te veo es como si nada me hubiera pasado y todo estuviese bien —me susurró, con aire sincero.
Las luces de la calle le iluminaban el rostro de una forma muy apagada. Eran tan enorme que no sabía cómo cabía en el coche. Que hombre tan hermoso. Aquellas palabras habían esfumado todo enojo de mi ser.
—¿Por qué no me avisaste que ya estabas en la ciudad? —me atreví a preguntarle.
—¿Te parece si te llevo a cenar y te cuento cómo me ha ido? Después de todo, estás tan hermosa con lo que llevas puesto que no quiero que tu atuendo sea solo visto en un bar—me propuso, con voz seductora y mientras acariciaba mi hombro desnudo.
Sentí cosquilleos en mis partes bajas. Cada vez que había un contacto con él se me erizaba también la piel. Quería comerlo a besos.
—Acepto—le dije, con una sonrisa.