HinovelDownload the book in the application

Capítulo 8

Ya es de mañana. Acostada sobre mi pequeña cama, no dejo de pensar en mis padres que llegaron ayer por la noche. Matthew les dio hospedaje en el Tribeca Tower, para que no pagaran hotel. Y para poco, los trajo en su Avión privado para que tampoco gastaran su dinero en los incómodos asientos y vuelos de tercera clase. ¿Cómo pagarle un favor a Matthew? Oh sí, permitiendo que su hija se case con él.

Harold me dio el día libre, debido a que hoy mismo iré a medirme el vestido de novia que ha diseñado para mí la señora Carter en su tienda. No tengo muchos ánimos y emociones de verme con el vestido, siento cierto pánico ya que no estaba en mi agenda futura mirarme vestida así.

Quiero seguir dormida, calientita, cómoda, viendo como el cielo gris, pasa cambiando a más brillante y vivo con los primeros rayos del sol. No sé qué hora sea, pero lo bueno y agradable de esto es que la chica Carter no ha venido a despertarme.

De pronto, la canción She Bop de Cyndi Lauper se comienza a escuchar a todo volumen por el departamento. ¡Bingo! Lorraine ya va a empezar con su dosis diaria de música ochentera matutina. Justo ahora que quiero pegarme a las sabanas.

— ¡Despierta, futura novia! —Toca con ritmo la puerta—. ¡Futura señora!

Me cubro la cabeza con la almohada. Vuelve a llamar a la puerta, con más insistencia.

—Elizabeth Reed, hora de levantarse. —La dulce voz de mamá me habla.

¡Ayy! ¡Mamá está aquí! ¡Aquí! Y sé muy bien que, si no me levanto antes de cinco minutos, vendrá a hacerme cosquillas para sacarme de la cama. Ya noto que se parece un poco a Matthew.

Abren la puerta.

—Eli, Eli, levántate, no querrás que el tiempo se vaya volando. —Emma me quita la almohada—. Debes estar emocionada porque hoy te mides el vestido.

Todo lo contrario, mami.

—Mírate esas pequeñas ojeras, ¿no dormiste? —me chasquea la lengua.

Ya extrañaba tenerla aquí; su actitud reprobatoria con una pizca de diversión. Mi mamá está de regreso. Continúa hablando, aunque en realidad no prestó atención, la admiro como si llevara años sin verla.

—En cuatro, sí, cuatro días es tu boda, ¿piensas que no dormir es buena opción?

Niego rápidamente con la cabeza. Me siento en el borde de la cama y me limpio los ojos, visualizando bien mi pequeña habitación. El día me resulta muy brillante, me encandila. Y por Dios, quien lo diría—bueno, Emma lo dijo—, en cuatro días es la boda. Siento que tengo una actitud de una ebria. Evangeline y Daniel me han citado en tres días para quitarme la férula molestosa de mi pierna.

—Elizabeth Reed. ¿Qué te sucede? —Me da una leve cachetada en la mejilla.

—Estoy distraída, solo eso—sonrío como boba.

Se echa a reír.

—Cámbiate o te llevaras el pijama a la tienda de la señora Carter.

Me levanto de un salto y camino con delicadeza al armario para buscar ropa. Emma da un grito de emoción, al parecer, tratando de contener con todas sus fuerzas la excitación de que su hija está a unos cuantos días de llegar al altar.

— ¿Y toda esa ropa? —exclama de nuevo—. Parece que ese armario explotará.

—La compró... Matthew.

Da fuertes aplausos y se acerca para mirar los vestidos. Al terminar de observarlos, me abraza con tanta fuerza, expresando todo lo que hemos estado separadas hace ya algunos meses atrás. Me da un beso regordete en la mejilla y me sonríe alegremente.

—Vamos, no tardes, cariño—dice mientras sale.

Saco unos jeans Levi's y una blusa amarilla de tirantes. Lorraine entra en la habitación y me arroja confeti de colores, en toda la cara. Es la octava vez que lo hace y claro, sólo por las mañanas. Me retiro el confeti del cabello y me hago una coleta. Un poco de humectante en los labios para evitar que se resequen y ya estoy. Mis mejillas son famosamente conocidas por estar rosas.

Salgo a la sala de estar y me encuentro con Emma y Lorraine bailando al ritmo—ó al menos eso parece—, de la canción The girls just wanna have fun, de la misma Cyndi Lauper. Me parece que hoy es día de nacional Carter con canciones de Lauper. Saltan de un lado para otro, muy divertidas y alocadas. No creo que ya hayan bebido alcohol tan temprano.

—Ya estoy lista—anuncio tratando de llamar su atención.

Las dos al mismo tiempo, me toman por ambas manos y me ponen a bailar junto con ellas. Me siento ebria, en serio.

—En tres días te quitan la férula—dice Lorraine.

—Y también en tres días es tu despedida de soltera—exclama mamá.

Mi alegría se va por el caño. Me detengo de estar bailando y las fulmino a ambas con la mirada.

— ¡Dije claramente que no quería! —refunfuño—. No extrañaré mi soltería, por favor.

Las dos se burlan.

—Si vas a tener—me guiña un ojo Lorraine.

¡Ya sé lo que traman! ¡Aquí hay gato encerrado! ¡Strippers! ¡GRRRRRRRRR! ¡Voy a explotar del enojo! Camino a la cocina por un vaso de agua. Parece que hablo en japonés para que no entiendan lo que no quiero.

Ya en camino en mi Thunderbird, Emma no deja de parlotear halagos al auto que me regaló George. « ¡Qué bello!» «George, tan atento como siempre». « ¡Estos si son autos!» « ¿Cuánto se gastaría en este hermoso auto? » Al menos, sus comentarios son mejores que los sarcasmos puros que se oyen en la radio. Chistes malos.

— ¿Dónde está George? —Pregunto.

—Matthew y él fueron a alguna parte, no me especificaron.

Ya me quedé inquieta con eso. Sé que se llevan bien, pero tengo cierta incomodidad de que vayan a descubrir cosas. Como el hecho de que George se ponga a hablar de cuando yo era pequeña y que me aterraban los parabrisas de los autos.

Mis manos se ponen heladas en cuanto llegamos a la tienda de la madre de Lorraine. Bajo como dos minutos después de Emma y Carter y miro hacia arriba, en donde se encuentra el anuncio de la tienda. Como si no conociera este lugar, camino con temor y con pasos pequeños detrás de ellas. Entramos y por sorpresa, aun todo está solo. Ya puedo ver al fondo el vestido cubierto con una gran manta roja. Mis piernas me van a fallar en cualquier momento.

— ¡Hola, chicas! —Aparece Rosy y nos abraza a las tres—. ¿Listas para ver el fabuloso vestido de Elizabeth?

— ¡Claro! —contesta animada Emma.

Yo no. Necesito sentarme antes de que me quede sin movilidad en los próximos tres minutos. Llega la señora Carter, corriendo para abrazarme. Más emocionada que nunca. Sus ojos brillan y me miran alegres, está muy entusiasmada.

—Eli, ¿ya quieres ver tu vestido?

Para eso estoy aquí, pero una parte de mi inteligencia se quiere ir volando por el miedo que siento. Asiento, nerviosa. Todas me dejan sola, sentada en el pequeño sofá blanco de piel artificial, yo mirando fijamente mis manos pálidas del cierto pánico que quiere apoderarse de mi persona. Se acercan todas juntas con el vestido del maniquí, aun tapado con esa manta. Muy sonrientes cada una de ellas, me miran. Hasta en los poros de la piel, les brota la felicidad.

— ¿Lista? —pregunta Rosy.

Les doy una sonrisa tan falsa, que quiero que me trague la tierra.

Toman un borde cada una de la manta roja y la levantan a la cuenta de tres de Lorraine. Dejan que poco a poco el vestido pueda ser visualizado por mí, empezando por la hermosa tela blanca. Me quedo boquiabierta al instante, me levanto para verlo mejor. ¡Es precioso! Creo que me va a dar algo.

Corte princesa, tiene caída completa de la falda al tul. En la mayor parte de toda la pieza presenta encajes florales que lo hacen lucir verdaderamente elegante. Escote en corte V, y otro escote similar por la parte de atrás en la espalda, finalizando con unos delicados y discretos botones ceñidos a la cintura. Estoy dando vueltas alrededor de el sin siquiera poder dar crédito a lo que veo. Sabía que la mamá de Lorraine confeccionaba cosas preciosas, pero por primera vez estoy tan impresionada en uno tan bello.

—Oh, Eli—llega Emma a abrazarme—. ¿Te gusta?

La miro llena de amor desbordante.

— ¡Me encanta! Muchas gracias, señora Carter.

—Especial para una chica linda. Ahora es hora de que te lo pruebes, en caso de que alguna medida me haya fallado.

Mi mamá y la señora Carter comienzan a ocuparse de retirarlo del maniquí. Lorraine me abraza conteniendo sus demás emociones al igual que yo. Alguien abre la puerta de la tienda y lo sabemos porque la campana de llegada ha sonado por todas partes. Nos giramos para ver de quien se trata.

Es Miranda.

—Oh, llegue tarde—dice con aire triste.

Sin pensarlo dos veces, me acerco a abrazarla muy fuerte. Ella suelta una mini exclamación de sorpresa y me devuelve el abrazo. La tomo de la mano y la llevo hasta donde está el precioso vestido. Pega un grito al cielo y se pone a dar saltitos como una niña pequeña y emocionada. Todas nos ponemos a reír en buena onda. Mi familia, todas las que están aquí son mi pequeña familia, pequeña y muy querida familia.

— ¡Póntelo! —me gritan al unisonó Lorraine y Rosy.

Ay, genial. Vuelvo a esbozar otra sonrisa falsa, pero con cierto ardor en la garganta; sé que me está llegando el cierto pánico que temía de eso. Todas me dan ánimos y mamá me empuja con cuidado para acercarme a los vestidores. La señora Carter saca el vestido del maniquí y espera pacientemente a que lo tome. Lo hago con las piernas temblorosas como gelatina y doy paso a los vestidores. Recuerdo cuando jugaba a las escondidas con Lorraine, ya bastante grandecitas. Nunca pensé entrar de nuevo aquí para probarme mi vestido de novia.

Durante, ¿qué serán?, más de diez minutos en tratar de ponerme el vestido, y pude (gracias a todos los cielos) y estoy lista para que me vean. Fue difícil, pero al menos no lo rompí de alguna parte.

Giro el picaporte, con la mano muy sudada de los nervios y todas al mismo tiempo se giran para echarme un vistazo. Boquiabiertas e impresionadas no me quitan los ojos de encima, casi algunas, queriendo soltar alguna lagrima.

— ¡Preciosa! —exclama Miranda.

La señora Carter y Lorraine me llevan hasta el frente de un espejo. Oh... Solo me atrevo mirarme el rostro, no puedo bajar la mirada más abajo. Cuando lo hago, también me quedo paralizada y sin poder tener claro lo que estoy mirando. Soy... yo, y me gusta cómo me veo.

—Te ves hermosa—me susurra Lorraine.

Quisiera volver a llorar, pero no es buen momento. Todas me apoyan, y me están demostrando lo mejor de sus sentimientos. ¡Las adoro! Lo bueno de este vestido es que me tapa muy bien la férula que aun llevo, por si acaso no vaya a ser aun tiempo de quitármela. Me siento linda conmigo misma, esos nervios que me comían poco a poco desaparecieron, teniendo en cuenta para quién siempre debo estar linda.

Para Matthew.

Download stories to your phone and read it anytime.
Download Free