Sé que en la tarde vimos a Miranda y nos animó un poco con la organización de la boda en la Catedral de San Patricio, pero con la estupidez que hizo James, Matthew ha estado muy irritado. Nunca lo había visto tan molesto, incluso con él mismo, no tanto como lo que me ocurrió con el tipo enmascarado del bar. No he tenido ganas de hablar con él, ni con Charles, ni con Claire. Estoy sola en el estudio de televisión, recostada en el sofá mirando la televisión distraída por mis pensamientos. Aunque sea televisión por cable, me siento aburrida al no encontrar nada interesante que ver. No tengo idea de donde esta él, tal vez en la cocina, cenando o trabajando en su despacho. No quiere hablarme por un motivo bastante obvio. James se sobrepasó con eso, besarme sabiendo que tengo a mi prometido, eso es para perder la cabeza. Tengo que admitir una parte: alguna vez que lo conocí en realidad me gustaba mucho, pero luego cambió cuando supe que nuestra amistad solo era fraternal. Su beso... No puedo sacarme de la cabeza su beso. Fue verdaderamente tierno. ¿Qué habría pasado si Matthew y él se hubieran golpeado? Un escalofrío me pasa por el cuerpo. No quiero seguir pensando, mejor me cuestionaré en donde Miranda organizará la fiesta de la boda. Según ella, en el famoso Plaza Hotel; dice que es perfecto para la ceremonia.
— ¿Elizabeth? ¿Estás aquí? —entra Matthew
Tomo un cojín y lo aprieto fuerte a mi pecho. Se pone frente al televisor, mirándome fijamente y tapándome la vista al programa de lechugas que veía.
— ¿Te sientes mal? —se agacha a mi lado.
Pone su mano en mi frente. Apenas me he dado cuenta de que lleva la camiseta desabrochada.
—Supongo que, estás enojado conmigo—murmuro, temerosa.
Su expresión se vuelve fría.
—Claro que no, amor—se sienta en la alfombra—. Pero sabes, no es muy agradable ver que no respeten a tu prometida. En verdad quería matarlo. —aprieta la mandíbula.
—En serio, yo no quería.
—Lo sé, lo sé. Yo vi todo, por eso reaccioné de inmediato.
—Es un idiota—repongo—. Pero sigue siendo mi amigo. Él ha sido de los amigos que más me han apoyado en estos años. No sé qué le ocurrió, ha cambiado mucho.
—Está obsesionado contigo. Y eso no es sano.
—Ahora lo noto. Antes creí que sería un coqueteo normal lo que intentaba, pero, ya es la segunda vez que me intenta besar, y esta vez lo logró.
Matthew me mira confundido.
—¿Segunda?
—Ah, sí. De recién que me mude con Lorraine, fuimos a un bar en donde el idiota se emborrachó y prácticamente se me declaró. Me quiso besar y tuve que patearlo.
—¿Y, aun así, le tienes aprecio?
—Matthew, no me mires así, yo quiero de vuelta a mi amigo el que hacía de mis días de preparatoria, más ameno.
Su mano sube a tomar la mía con el control del televisor.
—Eres demasiado pura, como para perdonar a un tipo así. Me sentí impotente de no poder detenerlo.
—Mira Matthew, solo para dejarte muy en claro, al único que amo es a ti, de mil formas, las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana contando días feriados.
—Dios, te amo demasiado.
Sube al sofá conmigo para besarnos con pasión. Rápidamente, mis emociones se disparan y siento una necesidad inexplicable por satisfacernos a ambos. Nos detenemos jadeantes. Miro al hombre que amo, parece estar esperando a que diga algo más.
— ¿Para qué querías hablar con él? —Me pregunta.
—Bueno, quería anunciarle lo de la boda.
Esboza media sonrisa.
— ¿Por qué? —pregunta, incrédulo.
¿Qué pregunta es esa, señor Matthew?
—Lo quiero presente en el día más feliz de mi vida.
Toma mi mano y me besa los nudillos. Una extraña corriente se hace presente, haciéndome cambiar mis ideas por completo.
— ¿Desde cuándo lo conoces? —delinea mis labios con sus dedos.
—Lo conocí en la preparatoria al igual que Lorraine.
— Soy yo o, ¿te sientes incomoda conmigo?
—No, no es eso. Me comencé a sentir extraña, si, pero no por ti...
Pone cara de pocos amigos.
—No, Matthew.
Frunce el ceño.
— ¿Te intimido aún?
—No.
—¿Segura?
Inflo los mofletes.
—Elizabeth, yo solo soy éste, un hombre con un pasado oscuro. Estás en todo tu derecho a decirme que cosas te siguen intimidando.
—Sabes muy bien que eres más que eso.
Matthew baja a la alfombra, dejándome libre. Lo sigo y me siento a su lado, abrazándome a mis piernas. Apago el televisor, nuestras miradas se encuentran, una azul eléctrica muy atenta contra unos ojos azules muy despistados y tímidos.
—Tal vez sí no me hubieras conocido, estarías casándote con James—dice con voz débil.
Parece vagamente perdido y triste de decir eso.
—Pero que tonterías dices—miro al techo—. Es obvio que no. Habría descubierto que es una persona muy... Abusiva, en el sentido de que cree que por tener a la mujer que desea, ya es todo un macho.
Ríe entre dientes.
—Bueno, esperemos que cambie su actitud, a menos de que quiera un ojo morado y unas costillas rotas.
—No, la violencia no justifica tales actos.
—Tratándose del amor de mi vida, sí.
Nos tomamos de la mano. A lo lejos, en las grandes avenidas por donde miles de sonidos se filtran hacia el departamento de Matthew, unas patrullas rompen con la tranquilidad del silencio. La oscuridad nos envuelve de forma mágica.
—Cuando mis padres...
Me callo de golpe. Matthew alza ambas cejas.
— ¿Cuándo tus padres qué? —pregunta con interés.
Me muerdo el labio.
—Cuando preguntaron que si íbamos a tener bebés.
Se queda callado al igual que yo. Abro los ojos para observar su expresión. Tiene la mandíbula tensa y ojos fríos.
— ¿Quieres cenar? —pregunta.
Está evadiendo mi argumento, me deja... Ofendida.
—No tengo hambre—admito.
Se incorpora y me tiende la mano.
—Elizabeth Reed, aun así, la llevaré a la cocina para que Claire le prepare algo.
Pongo los ojos en blanco.
Mete su mano por debajo de mi blusa y no sé porque, pero acaricia con delicadeza mi vientre. Su mirada sigue oscura con pizca de atenta y oscura. Sé que le preocupa algo, siento raro que se comporte así. Ahora su mano sube, a acariciar mis pechos.
—Te amo mucho—me susurra al oído.
Me da un beso cariñoso en la sien.
—Te amo más—murmuro.
Sonríe radiante. Cambió rápido de humor. El tema ha quedado bien enterrado.
— ¿Qué se te antoja?
Mmm, vamos a ver...
—Pan tostado con mermelada de fresa.
Frunce los labios.
— ¿Sólo eso?
Alzo los hombros. No sé qué más haya en el refrigerador con disponibilidad de preparación para Claire. Suelto una risita, salimos del estudio en camino a la cocina. Y ahí está Claire, sentada, leyendo un libro de recetas italianas. Matthew le da la indicación de que le prepare las rebanadas de pan.
—Respecto al vestido de novia—sonríe divertido.
Abro los ojos como platos.
—Creo que ya está listo. No me hagas ponerme nerviosa. Dime, ¿crees que haya engordado? Mi pierna no me dejó moverme mucho.
—Por supuesto que no. Los ejercicios en cama son buenos.
Le doy un codazo. Justamente Claire abrió la llave del fregadero cuando Matthew comentó eso.
—Bueno, en todo caso, no podrás verme hasta la boda—le digo desafiante.
Me toma por la cintura y me sube al taburete de la barra de la cocina para sentarme. Claire ni nos toma en cuenta.
— ¿Lo dices por la mala suerte? —pone sus manos sobre mis muslos.
—Sí, así es, señor.
Suelta una carcajada.
—Eso no existe.
Le sonrío coqueta y trato de besarlo, pero el da un paso atrás antes de que pueda hacerlo.
— ¿Cómo está la pierna? —mira mi férula.
—Ya no me duele. Por favor dile a Evangeline que ya me la quité.
No deja de mirar mi férula.
—Elizabeth—me dice serio—. Evangeline o Daniel te la pueden quitar, pero no creo que aun sea tiempo.
¿Qué dices? Me he cuidado bastante bien, ni siquiera he tenido problemas con hinchazones o algo al respecto. No me importa quién de los dos me quite esto, ya quiero caminar normal. No es nada agradable solo llevar un zapato. Y bueno al final, él se asegurará que mi pierna este mejor hasta que se demuestre lo contrario.
—Por cierto, y te lo repito, yo tampoco tengo hambre de comida—digo en voz baja.
Me acaricia la mejilla.
—Interesante, veremos qué podemos hacer en un rato—me guiña un ojo.
Esta noche tiene que ser especial para olvidar todas las estupideces que pasamos juntos en el día. Claro, no estupideces hechas por nosotros, sino por otras personitas que, serán perdonas con el tiempo. Dos semanas, en dos semanas nos casaremos y no puedo imaginarme cómo será ese día. Sé que es pronto, pero aun así estaré más cerca de él.
Su futura esposa, Elizabeth Evans.