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Capítulo 6

Cuando despierto, me encuentro sola en el dormitorio. Adormilada, toco las sabanas para ver si Matthew sigue en la cama. Pero no. En el balcón ya luce con todo esplendor el sol y las cortinas bailan con el ligero viento que hay afuera. El reloj de la mesita de noche marca las doce del mediodía. Estiro los brazos y apenas me doy cuenta de que estoy desnuda, ¡y no tengo frío! Las chispas de la leña en la chimenea captan mi atención. Sonrío de oreja a oreja y me pongo a pensar en mi esposo. Salgo de la cama y rápido entre en el baño para darme una ducha.

Bueno, ¿qué puedo decir cuando veo el baño? La bañera y el jacuzzi son excentricidades para esta casa. La regadera no se compara mucho, pero lo único que me importa en estos minutos, es darme una ducha relajante. Por unos momentos, me toco el vientre para enjabonarme. ¿Estoy inflamada? Me siento como si tuviera un cólico, pero mi periodo aun no llega. Vuelvo a tocarme. Yo no soy de las que fácilmente se inflaman por un cólico. Tal vez es por el viaje y no haber comido casi nada durante ocho horas. Alguien entra a la regadera conmigo, pasa sus manos por mi vientre y hunde la nariz en mi cuello, aspirando.

— ¿Llevas mucho aquí? —me pregunta Matthew.

—No, apenas entre.

Me gira para que lo mire.

—Pareces tensa.

—No es nada—niego con la cabeza.

—No te pregunte que tenías.

Tengo la cabeza en la luna. Desde hace tiempo, siento haber olvidado algo, pero no puedo recordar que es. Es como lo de mi hámster, lo recordé hasta que lo vi muerto en unos de sus laberintos de colores que tenía en su jaula. Una muerte trágica.

— ¿Quieres ir a esquiar? —me pone el shampoo en el cabello.

— ¡Sí! Por favor—digo entusiasmada.

Me muestra una sonrisa de superioridad.

—Comenzaremos con lo básico, no querrás tropezar y romperte un hueso.

¿La nieve rompe huesos? Me río solo de pensarlo.

— Quieres romperte... ¿Un hueso? —pregunta, perplejo.

Oh, no gracias, no hay peor dolor que una pierna rota y que todos te traten como si no pudieras sola.

— ¡No! —le contesto aun riendo—. Comparando que la nieve es suave, insinúas que es fácil quebrarme un hueso.

—No es suave cuando vas colina abajo.

— ¿Te has roto un hueso alguna vez? —esa pregunta la tenía asegurada sólo como un pensamiento.

Su expresión cambia por unos segundos, algo triste.

—No esquiando.

Se me eriza la piel. ¿Sería cuando era pequeño? Podría hacer esa pregunta, pero se sentiría más que incómodo. ¿Por qué es tan difícil de hablar y tratar de convencerlo que no hay problema de que me platique todo lo que le sucedió atrás?

—Seré prudente—levanto la mano, prometiendo mi palabra—. Lo juro.

Cuando salimos de la ducha, en el armario nos esperan unos pants y ropa especial para esquiar, pero me temo que toda es masculina.

—Traje esta ropa para ti—saca de otra maleta unas mallas negras y una gruesa chamarra lila. Las botas combinan con la ropa, aunque sean rosa pálido—. Lorraine, Steve y Miranda vendrán con nosotros.

El mejor cumpleaños de todos. Y ya tengo veintidós, increíble.

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