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Culpa

Voy en el avión con un dolor insoportable. Mis padres eran la única familia que tenía, y ahora ya no están. Estoy sola. Ya no me salen lágrimas de tanto que he llorado. Mi motivación, mi polo a tierra, ya no están aquí. Se fueron los dos y me dejaron aquí en la realidad de la vida, sola. Sin nadie en quién apoyarme, sin nadie en quién sentirme segura. Me los arrebataron de mi lado, dejando el sueño de vivir juntos en México incumplido. Tanto esforzarme en estos meses para que estuviéramos cómodos y juntos acá, se fueron por la borda. Sabía que tenía que traerlos conmigo, pero habíamos quedado que cuando tuviéramos un techo donde vivir, vendrían. Y ahora ¿Con quién me quedaré? Si ellos se fueron dejándome este dolor insoportable.

(...)

Estoy en el velorio de mis padres, con los vecinos y amigos de nosotros, que a decir verdad son nuestra única familia —nuestra familia sanguínea nos dio la espalda desde que tuvimos que irnos de México—. Dos ataúdes están en el centro de la sala y aunque pensé que ya no tenía más lágrimas que salir por mi rostro. Bastó con ver los cuerpos de mis padres. Parecían dormidos, pero sabía que de ese sueño no iban a despertar y eso me dolía el doble. Me aferró a mI colLar, con dos perlas un tanto raras, pero que era una de las cosas que estaban entre las pertenencias de mis padres. Las agarro fuertemente mientras pido que me ayuden a seguir sin ellos, sin nadie.

—Lamentó mucho tu perdida —dice José casi en un susurro justo detrás de mí—.

El dolor que siento en mi pecho, cambia a odio. Odio por una sola persona. Sin siquiera imaginar mis movimientos siguientes, no logra reaccionar cuando mi mano queda pintada en la mejilla de José. No sé en qué momento me di la vuelta para quedar frente a él. Pero sólo sé que él es el culpable de mis desgracias y por eso su cinismo de venir a darme “consuelo” basto para abofetearlo como solo él merece.

Comienzo a golpearlo con todas mis fuerzas gritando:

— Tú los mataste, aunque no tenga pruebas lo sé, así que no vengas con tus palabras vacías a hacerme creer que no fuiste tú. Lárgate, porque aun estando mis padres muertos y yo sin respaldo, no merecemos están en el mismo lugar de una maldita basura como tú — el enojo no cesa y me importa poco acusarlo sin pruebas, ya que aunque no hay prueba de ello, sé que solamente José podría hacerme esto y al hacerlo, no tiene algo con que amenazarme en que destruirá.

Lo golpeó con todas mis fuerzas pero él es más fuerte que yo. Todos están mirando la escena, pero nadie se atreve a meterse. José me agarra fuertemente de las muñecas y yo aprovecho para pegarle con mi rodilla en sus partes nobles. No soy muy buena peleando pero la rabia que tengo me tiene mal, a tal punto que golpearlo como pueda ayude quizás a calmarla.

Los guardias de José no se habían metido hasta que lo vieron en el suelo. Inmediatamente me agarraron varios y supe que por más fuerzas que hiciera no podría soltarme. Estaba gritando como loca y pateando como podía. Hasta que otros hombres entraron en mi ayuda. Unos con otros se estaban golpeando. Había dos hombres que aún me sostenían pero estos fueron noqueados por dos personas que ya eran conocidas para mí. Fred y Pablo.

Estoy en shock ¿Cómo está aquí si no habíamos mantenido contacto desde que discutí con Pablo? Ahora eso no es relevante, aunque me da curiosidad. Pero lo realmente importante aquí es que llegaron en el momento oportuno.

Aunque esto significaba que en vez de un velorio, la sala se convirtiera en un campo de batalla, en la que la única arma son los puños —menos mal—.

Esto es mejor que repetir la escena de tiros en el hospital.

Sigo mirando la escena perpleja, quiero moverme pero no sé cómo ni para donde. Unas manos me sujetan y ruego a Dios que sea uno de los hombres de Pablo, no confío mucho en él, pero entre José y Pablo me quedo mil veces con Pablo.

— Te dije que volvería a mí por las buenas o por las malas —me susurra José al oído—.

Siento un fuerte golpe...

— Hija, hija ¿Cómo estas, mi princesa? —me dice papá— Ya falta poco para que estemos juntos —me dice alegre— Tu madre y yo te extrañamos mucho.

— Yo les dije que se vinieran conmigo

— Lo sé, hija. Pero es más fácil comenzar de cero uno sólo que tres. Por eso te dijimos que cuando tuviéramos un techo, iríamos nosotros.

— Y ya lo tengo, así que mañana ya estaremos a centímetros de distancia, y no a kilómetros como nos encontramos ahora. Sé que hemos pasado por mucho, lo sé, nos han hecho comenzar de cero muchas veces, cosa que es favorable ya que tenemos experiencia en comenzar nuevamente, pero me alegra saber que a pesar de todo estaremos juntos, como la familia que somos. Los amo padres.

— Y nosotros a ti mi ventarrón —dijeron al unísono—. Nos vemos en unas horas —dijeron antes de despedirse.

— Hija, ¡Hija! Ayúdanos —gritan mis padres contra la pared— Ven por nosotros, sálvanos... Mi ventarrón ¡Mi ventarrón!— gritaban pero entre más corría, más se alejaban hasta que ya no los podía ver. Estaba angustiada y sentía un dolor inmenso en mi pecho mientras grito ¡no!

— ¡No!— grito levantándome abruptamente de la cama, mientras que agarro el collar con dos perlas que encontré entre las pertenencias que me entrego la policía cuando recogieron los cadáveres de mis padres, para tenerlos, quizás, más cerca de mí.

Narra Pablo

Unas horas antes

Vamos camino al lugar en donde están velando los cuerpos de los padres de Paulina. Ruego a Dios no llegar demasiado tarde, sé que el hecho de que José matara a sus padres tenía un propósito y ese era tener a Paulina de vuelta en su territorio. Lo que me dejaba en desventaja, pero la culpa por haber dejado a Paulina al aire y el haber hecho enfurecer a José por mi arrogante comportamiento, hacen que esté a punto de perder los estribos. El carro no avanza mucho debido a un gran tráfico en Los Ángeles, California.

A este punto estoy que me bajo del carro y corro hacia el lugar pero sé que eso no ayudaría a Paulina.

La culpa me invade y los nervios se están apoderando de mí. A pesar de que tenía rato que no los veía, recuerdo perfectamente lo bueno que fueron conmigo y mi familia. Y que en sus muertes tuviera cierta culpa, era doloroso.

Llegamos al lugar, pero los gritos del interior me alarmaron mucho, por lo que entre inmediatamente, mientras que mis guardaespaldas me seguían. Veo como se encuentra Paulina agarrada por varios hombres que intentan controlarla. Esta casi inmovilizada, pero con sus piernas intenta golpearlos.

Me enfurezco más cuando reconozco que son los hombres de José y que este está tirado en el suelo. Me dirijo directamente hacia Paulina, no la protegí bien anteriormente pero esta vez si la tengo que proteger sin ningún margen de error.

Golpeó a unos de los hombres que la tenían sujetada mientras Fred repite mi acción con otro.

Estamos peleando, y sé que llevamos ventajas —tenemos más hombres—. Noqueo al hombre con quien peleaba y busco con mi vista a Paulina, encontrándola inconsciente entre los brazos de José.

Si la rabia se mide del uno al cien yo estoy al doscientos, me acerco rápidamente a Patrick mientras mis hombres se encargan de los demás guardaespaldas —de José —, Fred sigue mis pasos y yo le hago señas de que se encargue de Paulina —que uno de los hombres se la lleva a quien sabe dónde—.

La rabia me invadía y sin medir mi fuerza me dirijo directamente a golpearlo. Nos golpeamos, cayendo ambos al suelo.

Descargo mi rabia en él y en cuestión de segundos veo mis manos manchadas de sangre.

— Llegó la hora de tu muerte, malnacido.

Narra Paulina

— ¡No! — miro a mi alrededor mientras imploro que mis padres no estén muertos — Fue un sueño, solamente un sueño —me digo así misma—.

— ¡Doctor, doctor la paciente ya despertó! —grita una una enfermera~—.

Pero, ¿Por qué estoy en una habitación de hotel? ¿Sobre todo, en una tan lujosa como esta? Jamás podría pagarla con mi sueldo —pienso—.

Intento levantarme de la cama en busca de respuestas, pero detengo mis movimientos al ver a alguien conocido entrar a la habitación.

— Señorita que bueno que ya despertó, estaba muy preocupada por usted, —se rasca la nuca — Bueno, en realidad todos lo estábamos.

— ¿En dónde estoy y que me pasó?

— Está usted en una de las habitaciones del hotel Ocean —el mejor de la ciudad—, el señor José la lastimó un poco ayer. Por lo que fue puesta a salvo custodiada por nosotros, sin contar que el señor Evans mandó a buscar al mejor médico y su equipo para que le hiciera todos los estudios pertinentes, ya sabe, para descartar cualquier daño causado a su persona.

Y recordé —el velorio de mis padres—.

— ¿Y mis padres?

—El señor Evans ya sea encargó de todo, no se preocupe —contestó Fred—.

En ese momento Pablo entra a la habitación

— Que bueno que ya estés despierta y sin ningún problema de salud —mira al médico — o ¿Tiene algún problema?

— No señor, como lo dije hace una hora, la señorita se encuentra perfectamente, debido al fuerte golpe perdió la conciencia, pero ello no afecto algo en su cuerpo. Por lo que no debemos preocuparnos.

— ¿O sea que puede viajar?

El médico asiente.

— ¿Qué haces ahora Pablo? ¿Por qué te veo nuevamente cuando me dejaste en claro la última vez que era una caza fortunas? ¿Vienes a humillarme como lo hiciste en el aeropuerto? ¿Estas aburrido de tu vida y buscas diversión en mis problemas? O ¿Qué quieres? —Pregunté mirándolo fijamente—

— Bueno será mejor se nos vayamos —dice Fred marchándose con el médico y enfermera.

Todo queda en silencio

— ¿Por qué será que las personas que menos deseo ver aparecieron nuevamente en mi vida? —dije quitándome el suero y levantándome de la cama—.

Pablo se acerca rápidamente a mí.

— Vamos Paulina lo siento ¿Si? Sé que no te trate de la mejor manera la última vez que nos vimos, pero dame chance —dice suplicando— Por lo menos ya te he defendido tres veces del desquiciado de José, dame la oportunidad como una recompensa por ello.

— ¿Porque será que cuando José regreso a mi vida, tú apareciste también? ¿Por qué será que cuando José ha venido a molestarme tú has aparecido?

— ¿Qué insinúas? ¿Que yo estoy con él, para ir en tu contra? ¿Ah?

Enarque una ceja.

— Eso es imposible, si fuera así jamás te hubiera defendido ¿No crees? Además, ¿Para que estuviera en tu contra si no tienes nada en lo que seas una amenaza para mí?

— Te devuelvo la pregunta reformulando ¿Por qué estas de mi lado si no tienes nada que ganar?

— Por los viejos tiempos. —Lo mire confundida — Ya sabes, fuimos muy buenos amigos cuando éramos niños...

—... Exacto —dije interrumpiéndolo— Cuando éramos niños y de esos niños no quedan nada. Ahora si no es más, necesito que me digas que hiciste con mis padres.

— El entierro será mañana a las 9 de la mañana

Miro por la ventana y noto que ya es tarde

— Lo mejor será que me vaya de aquí— digo tomando una ropa de la mesa de noche y dirigiéndome al baño.

— No es necesario, puedes quedarte a dormir aquí —dice desde un lado de la puerta—.

— Te lo agradezco pero no, no quiero deberte más cosas a ti, un desconocido.

— Vamos Paulina, es tarde como para que te vayas, sin contar que aunque José está mal herido, eso no quiere decir que no mandara a alguien a que te secuestre o algo parecido. Además, mis tíos jamás me perdonarán si te dejo irte a esta hora y te pase algo.

— No creo en tus buenas acciones — digo entrando en el baño

Mientras me cambio puedo sentir a Pablo suspirar pesadamente

— Vamos Paulina, por los viejos tiempos, esos en los que eras mi medicina y yo tu potato.

Abro la puerta del baño, ya vestida.

— Es en serio —pregunto indignada— No me hagas reír ¿Por qué no pensaste en esos cuando me dijiste todas esas barbaridades en el aeropuerto?

— Vamos Paulina, jamás fuiste rencorosa.

— Las personas cambian con el tiempo ¿No crees? —Suspiro— Por favor, dejemos las cosas hasta aquí, vivamos nuestra vida como lo hacíamos antes de que nos reencontráramos, es mejor así y más simple.

Fred entra a la habitación

— Señor, según mis informantes el padre de José está planeando una emboscada para acá, ¡Debemos irnos ahora mismo! —Pablo asiente—.

— Bien, vámonos —dice Pablo agarrando mi mano.

Caminamos por los pasillos del hotel, siendo escoltados por muchos guardaespaldas, dirigiéndonos finalmente a la azotea.

— ¿Porque vamos a la azotea si los autos están abajo?

— Ya no hay tiempo para huir en auto, tenemos que irnos por aire.

— ¿Huir? ¿Por qué vas a huir si eres rico tienes poder? ¿Por qué quieres huir si estás al mismo nivel que la familia de José? —pregunto frenando mi andar—.

— Porque aunque la vez pasada salimos enteros y sin problemas por mi posición y poder a pesar de estar en su territorio, las cosas cambian cuando le desfigure toda la cara al imbécil de José. Ahora, en México podré protegerte perfectamente ya que es mi territorio, mi gente está allí. Pero acá las cosas cambian.

¿Le desfiguro la cara a Patrick? —pensé—.

Quedé en Shock, hasta donde lo he visto siempre ha mandado a sus escoltas y trabajadores encargarse de todo, por lo que él le haya desfigurado la cara a José me resulta increíble.

Unos brazos abrazan mis piernas y sin poder reaccionar ya estoy en los hombros de Pablo.

— Sé que estás impresionada por cuan perfecto soy, pero tenemos prisa, después puedes decirme que soy aparte de guapo y rico un caballero de armadura que te defendió del malo, pero ahora, este caballero debe de estar seguro con su damisela.

Ya decía yo que lo narciso había demorado en salir.

¡Caballero de armadura, mi trasero! —digo—.

Dios ¿Que karma estaré pagando para tener una vida como esta? —Pienso— Por un lado tengo al hombre que me ha lastimado de una y mil maneras y por otro un supuesto salvador que es narciso y arrogante que a veces tiene sus momentos buenos.

Sin contar que ambos tienen poder y dinero, dos cosas que yo no tengo, tienen la arrogancia que me afecta de una u otra manera. No sé porque pero no sé qué puede ser peor para mí, vivir escondida de José o irme con Pablo y vivir el infierno que aún no conozco.

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